Dejando atrás la zona peatonal de la calle Regina y sus bares bulliciosos —en pleno centro de la Ciudad de México—, de pronto llegas a un portón grande que te sumerge en otro mundo: oscuro pero al mismo tiempo lleno de luces y sonidos. Adentro las personas hablan en español y alemán pero alcanzas a identificar ciertas palabras entre las voces: “feminismo”, “angreifen”, “peligro”, “Solidarität” y hasta a una mujer gritando “Mamaaa”. Un exceso de estímulos. Cuando por fin consigues orientarte, reconoces que las fuentes de esas voces son proyecciones en muros y en pantallas.
Se trata de diversos videos de colectivos y loops de entrevistas con siete activistas feministas. Tres de Alemania y cuatro de México.
Son las hackers Estrella Soria y Fiona Krakenbürger, inmersas en la tecnología con perspectiva feminista. Estrella es parte del Rancho Electrónico, en la Ciudad de México; y Fiona de Heart of Code, en Berlín.
También están Concepción Álvarez y Emilija Mitrović, en un intercambio feminista entre México y Alemania desde los años ochenta; Anaiz Zamora y Eve Alcalá, “mediactivistas” e integrantes de la colectiva Luchadoras.
Y finalmente Anne Wizorek, activista feminista alemana reconocida por iniciar con otras el #Aufschrei (#Grito), la iniciativa que detonó como nunca antes una discusión sobre sexismo en Alemania.
¿Y dónde estamos?
En la exposición “Estamos conectadas”, del proyecto “Enlaces | Links”, en el marco del Año Dual México-Alemania. Una cooperación entre colectivas de los dos países que mostró una diversidad enorme de activismo, estrategias y temas, las cosas que tienen en común y las diferencias.
El resultado fue un collage de enfoques, desde el sexismo y la violencia contra las mujeres en Twitter, hasta la lectura de los comentarios de odio, el análisis de quiénes son las víctimas y discusiones sobre cómo reaccionar, además del debate entre la delgada línea de lo on y lo offline, y la pregunta esencial: ¿qué significa eso para el activismo feminista en línea?
Los ejemplos de los hashtags en Twitter son sin duda los más conocidos. En el caso de la exposición, se estudio #Aufschrei (#Grito) y #MiPrimerAcoso, este último iniciado en México por (e)stereotipas. En ambos países miles de mujeres participaron escribiendo sus experiencias y mostrando así que el sexismo y la violencia contra mujeres son parte de las sociedades alemana y mexicana.
En el caso de estos hashtags, se utilizaba Internet como un medio para visibilizar problemas. Lamentablemente, la otra cara son personas que usan la Web para escribir comentarios sexistas agresivos y obscenos, los llamados machitrolles.
“Los comentarios de odio muchas veces se escriben por miles de personas en unos minutos —tanta agresión no puede ser ignorada aunque se quiera. Tiene un efecto en ti, tus emociones, tu personalidad”, lamenta Anne Wizorek en el video “Enfrentar el odio en la red”.
“Si salgo a la calle y alguien me insulta no es una experiencia agradable. En internet pueden ser hasta 100 personas al mismo tiempo. Puede tener consecuencias psicológicas diferentes. Hay que tomarlo muy en serio. La violencia en línea es real”.
Por su parte, el colectivo alemán Datteltäter ofrece una opción de cómo reaccionar a estos comentarios de odio: Mostrar que uno puede burlarse de ellos.
En sus videos, y ya tienen varios de estos, identifican sus comentarios “favoritos”, los más ridículos, y los comentan y se burlan. Para ellos, hacer eso atenúa la rabia que dan los comentarios de odio.
Por supuesto, no siempre es fácil decidir cuál es la mejor forma de reaccionar. Las entrevistas entre las ciberactivistas muestran que no todas tienen la misma opinión. Fiona Krakenbürger, por ejemplo, dice que no hay que quedarse siempre en defensa sino considerar la posibilidad de “atacar”. Y Estrella Soria parece de acuerdo con esta actitud —¿tal vez tiene que ver con el mundillo hacker?—, aunque esta última matiza precisando que para ella el “ataque” es la apropiación de la tecnología.
Las otras activistas rechazan completamente la palabra “atacar”, y quizás tiene que ver con el grado exponencial de violencia latente para las activistas en México respecto de Alemania.
Finalmente, es sorprendente que después de ver como el espacio virtual ya es fundamental para la mayoría de personas en su vida cotidiana y también para el activismo, la hacker mexicana Estrella Soria dice que de todas formas el Internet no es tan importante: “Creo que el internet posibilita cosas pero no creo que sea la única herramienta. ¿Sin el internet dejaríamos de ser? Yo creo que no. Esa experiencia seguramente nos llevaría a explorar otras posibilidades“. Además, la activista dice: “El espacio de encuentro y el espacio político yo creo que es en las calles”.
Por el momento existen muchos movimientos en ambos espacios, tanto físico como digital, incluso unos internacionales como el #womensmarch. ¿Y no es ya obsoleto hacer esa división? A lo menos es la opinión de Anne Wizorek: “No se debe diferenciar entre los espacios de la vida real y la vida virtual, cuando el último claramente forma parte del primero y al revés. Esta división es obsoleta, no solamente para generaciones que crecieron con Internet”. Por eso urge contemplar todos los espacios para la lucha feminista.